Mediante el desarrollo del Modelo de los Mecanismos Tensionales, basado
en el trastorno de evitación experiencial (Hayes, Wilson, Gifford, Follette
& Stroshal, 1996) y en la Teoría de la Terminación Conductual propuesta por
McConaghy (1980), el presente artículo trata de exponer una serie de fenómenos
que pueden estar pasando desapercibidos a la hora de explicar la génesis y el
mantenimiento de las parafilias sexuales y la homosexualidad egodistónica. Para
ello se parte del análisis de los testimonios de sujetos parafílicos y homosexuales
egodistónicos (que no aceptan su homosexualidad) registrados durante los años
2005 y 2006. Desde una perspectiva de la psicología contextual y haciendo uso
del análisis funcional y topográfico de las conductas características de cada
trastorno, se observará cómo ambas manifestaciones sexuales tienen aspectos comunes
(factores predisponentes, precipitantes y de mantenimiento) en su origen y
evolución. Palabras clave: evitación, homosexualidad, parafilias, paradoja,
tensión, compulsión, funcional, topográfico e tipográfico das conductas características
de cada trastorno. A pesar de que la homosexualidad ha dejado de ser considerada
un trastorno psicológico en la mayoría de los países occidentales, todavía son
muchos los usuarios que acuden a consulta debido a que sus inclinaciones sexuales
les están causando un gran malestar psicológico. Es lo que se conoce como homosexualidad
egodistónica. En el caso de las parafilias, las personas que las padecen
raramente solicitan ayuda terapéutica, por lo que resulta difícil determinar
con exactitud el número de personas afectadas por estos trastornos. A pesar de
ello, las consecuencias sociales de algunas de ellas, como por ejemplo la pedofilia,
son dignas de tener en cuenta. Por todo esto, cobra especial interés la
aplicación terapéutica que plantearía el conocimiento de los componentes
psicológicos en la génesis, eclosión y mantenimiento de las parafilias y la homosexualidad
egodistónica. Esto es justo lo que pretende el presente trabajo, a través de la
presentación del Modelo de los Mecanismos Tensionales. Los postulados teóricos
del mencionado modelo son los siguientes:
1. Los esfuerzos conscientes y/o inconscientes de los sujetos por evitar
pensamientos, emociones o sensaciones fisiológicas que les resultan
desagradables y que han sido desencadenados por una determinada situación
estimular producen, paradójicamente, el efecto contrario; es decir, estos
pensamientos, emociones o sensaciones fisiológicas se harán más intensos a
medida que el sujeto se esfuerza por evitarlos, reprimirlos o controlarlos.
2. Este aumento de la intensidad de esos pensamientos, emociones o sensaciones
fisiológicas desagradables produce una tensión psicológica y/o fisiológica
displacentera que solo es descargada por el sujeto llevando a cabo una
compulsión conductual y/o mental relacionada con los estímulos desencadenantes
de tales pensamientos, emociones o sensaciones fisiológicas. El primer postulado
está basado en el trastorno de evitación experiencial (Hayes et ál., 1996), que
hace referencia a una dimensión funcional del sufrimiento psicológico en el que
una persona se halla envuelta de forma crónica y persistente, a pesar de lo
desadaptativo que esto le resulta para su vida. Básicamente, lo que sus
defensores proponen es que los esfuerzos de una persona por evitar ciertos
pensamientos, emociones o sensaciones fisiológicas de cualquier tipo, producen
el efecto contrario. Se da la paradoja de que, cuando una persona intenta evitar
o suprimir algún pensamiento o emoción “X” asociado a un determinado estímulo,
necesariamente va a estar en relación o en contacto con “X”. Por todos es bien
conocido el ejemplo de “No pienses en un oso blanco” y uno a continuación
piensa, justamente, en un oso blanco. Esto ocurre porque el enunciado “No
pienses en un oso blanco” contiene el contenido que se pretende evitar, “oso
blanco”. Este fenómeno se ha puesto de manifiesto en varios trastornos tales
como las drogodependencias (Marlatt, 1994; Wulfert, 1994), el trastorno
obsesivo- compulsivo (Gold & Wegner, 1995; McCarthy & Foa, 1990), el
trastorno de pánico (Craske, Street& Barlow, 1990), el trastorno de
personalidad límite (Linehan, 1993; Stroshal, 1991), la depresión (Dougher
& Hackbert, 1994; Luciano & Huertas, 1999), la bulimia (Nash &
Farmer, 1999) y las parafilias (LoPiccolo, 1994). Por otro lado, el segundo
postulado tiene su origen en la Teoría de la Terminación Conductual propuesta
por McConaghy (1980). Dicha teoría pretendía explicar por qué los sujetos que
padecen parafilias necesitaban llevar a cabo este tipo de conductas.
Al parecer, cuando un sujeto se encuentra ante una situación estimular
parafílica, se produce una activación fisiológica desagradable que solo desaparece
llevando a cabo una conducta compulsiva de contacto con ese estímulo. Este
fenómeno seguiría un patrón de reforzamiento negativo en el que el refuerzo de
la conducta sería la eliminación de las sensaciones de malestar y ansiedad
producidas por la aproximación a los estímulos parafílicos La Teoría de la
Terminación Conductual (Mc- Conaghy, 1980) recoge cómo un sujeto disminuye la
ansiedad que le produce un estímulo llevando a cabo una conducta compulsiva con
dicho estímulo (produciéndose una descarga de tensión psicológica y/o
fisiológica), pero no explica por qué ese estímulo produce ansiedad a los
sujetos parafílicos.
No deja claro por qué alguien afectado de una determinada parafilia
experimenta activación ante determinados estímulos parafílicos y el resto de sujetos
no. Para entender esto, habría que bucear en la biografía personal de cada
sujeto y buscar factores predisponentes, precipitantes y de mantenimiento de su
trastorno. Es aquí donde cobra especial relevancia el primer postulado basado
en el trastorno de evitación experiencial (Hayes et ál.,1996). Los sujetos experimentarían
activación ante los estímulos parafílicos porque, a lo largo de su historia de
aprendizaje personal, se han sensibilizado (debido a varios motivos que se
verán a lo largo del presente artículo) ante ellos, considerando que deben ser
evitados conscientemente y produciendo el consiguiente aumento paradójico de
activación. Mediante esta exposición del Modelo de los Mecanismos Tensionales,
que combina ambas teorías, la de Evitación Experiencial (Hayes et ál., 1996) y
la de Terminación Conductual (McConaghy, 1980), se podrá entender mejor cómo se
originan y se mantienen en los sujetos las distintas parafilias y la
homosexualidad egodistónica.
La génesis de las parafilias sexuales según el Modelo
de los Mecanismos Tensionales
Según el DSM-IV (American Psychiatric Association, 2002), para que un sujeto
sea diagnosticado de una parafilia debe presentar, durante un período de al
menos seis meses, fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes e impulsos
sexuales o comportamientos ligados al objeto parafílico en cuestión. Además,
estas fantasías, impulsos o comportamientos deben provocar un malestar
clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas
importantes de la actividad del individuo. Esta definición, en apariencia
bastante coherente, no está exenta de controversias. En primer lugar, hay
comportamientos que provocan malestar individual o social en una cultura pero
no en otra. Por ejemplo, en Occidente, el que un hombre adulto mantenga
relaciones sexuales con una chica menor de 18 años no solo está mal visto, sino
que incluso puede ser perseguido por la justicia. En cambio, en la cultura
gitana es normal que se casen chicas de 14 años, o incluso de menor edad, con
hombres adultos.
En algunas regiones de México y Sudamérica también se dan bodas de hombres
adultos con chicas adolescentes. Otro ejemplo de divergencia en lo que a
conducta sexual aceptable se refiere está en el tema de la homosexualidad. En
muchos países, la homosexualidad está bien vista e incluso se permite contraer
matrimonio a las personas homosexuales. En otros, en cambio, está considerada
una degeneración e incluso, en muchos países orientales, está castigada con la
pena de muerte. Además de estas diferencias de criterio, otroproblema a la hora
de definir las parafilias radica en determinar los márgenes de estas conductas.
Según la definición anterior, no solo se consideran anormales las conductas
sexuales explícitas, sino también los pensamientos o fantasías placenteras relacionadas
con el estímulo parafílico, siempre y cuando se den de forma recurrente, como
mínimo a lo largo de seis meses. Esto añade aún más dificultad al tema, pues
¿qué se considera recurrente?: ¿todos los días?, ¿una vez a la semana?, ¿un par
de veces al mes? Además, el tema de que las fantasías o pensamientos
parafílicos deban de ser considerados placenteros por el sujeto no está nada
claro. Entre los años 2005 y 2006 se registró el testimonio de 25 sujetos
parafílicos que eran usuarios del Teléfono de la Esperanza de Málaga y se puso de
manifiesto que muchos de ellos describían pensamientos que eran ambivalentes o
contradictorios, es decir, no eran placenteros o desagradables sin más.
Asimismo, la totalidad de los sujetos mencionaban experimentar culpa o tensión
psicológica acompañada de una activación fisiológica desagradable antes de
aceptar sus fantasías sexuales parafílicas o, en algunos de los casos, llevar
realmente a cabo las conductas parafílicas, tras lo cual experimentaban un gran
placer. Por otro lado, aunque los 25 sujetos analizados presentaban historias
personales y de aprendizaje distintas, la mayoría tenían aspectos comunes tales
como padres sobreprotectores (19 de los 25 sujetos), dificultades para
relacionarse con pares de iguales, tanto en el colegio como en otros ámbitos (23
de los 25 sujetos), poca autoestima (24 de los 25 sujetos) y experiencias
sexuales tempranas que resultaron traumáticas o desencadenantes de culpabilidad
(21 de los 25 sujetos). Además, el testimonio de todos ellos ponía de
manifiesto un patrón común caracterizado por una primera fase de sensibilización
hacia el estímulo sexual parafílico (debido a que ese estímulo resulta más
accesible para el sujeto o a que se ha producido una experiencia sexual
traumática relacionada con el estímulo) en la que comienzan preocupaciones morales
y pensamientos de evitación hacia dichos estímulos parafílicos. Estos intentos
de evitación y/o control de los pensamientos producen el aumento paradójico de
dichos pensamientos, hecho que desencadena una respuesta fisiológica de
ansiedad y malestar en el sujeto. Esta fase de evitación e intentos de control
de los pensamientos relacionados con los estímulos parafílicos (que conlleva un
aumento de ansiedad) puede durar desde varios días hasta incluso años.
Posteriormente, se produce una fase de aceptación o rendición para liberar
impulsivamente la tensión acumulada. En la mayoría de los casos, esta
aceptación de los pensamientos parafílicos se produce inicialmente a través de
fantasías sexuales hasta que, posteriormente, desembocan en conductas
parafílicas reales. La aparición inicial de preocupaciones morales con respecto
a determinados estímulos sexuales puede deberse a que dichos estímulos se
muestran como más asequibles para el individuo que otros estímulos sexuales normalizados.
Así, por ejemplo, las niñas pequeñas son más asequibles (debido a su inocencia
y vulnerabilidad) para un individuo adulto con escasas habilidades sociales o
baja autoestima que las mujeres de su edad. En el caso de la zoofilia
(atracción sexual por animales) habría que tener en cuenta que, en algunas
zonas rurales, los animales (cabras, vacas, etc.) son bastante más asequibles
que las mujeres. Asimismo, para un individuo con baja autoestima y con
inseguridad sexual suele ser más fácil rozarse con las chicas cuando va en
autobús (froteurismo), enseñar sus genitales a las ancianas del parque
(exhibicionismo), robar ropa interior (fetichismo) o espiar a su vecina cuando sale
de la ducha (vouyerismo) que salir a buscar una chica con la que mantener
relaciones sexuales. La baja autoestima puede hacer que una persona se oriente
hacia formas de sexo inadecuadas y dicha orientación sexual inadecuada hace que
su autoestima sea cada vez menor (círculo vicioso). En otros casos, la
preocupación con respecto a los estímulos sexuales no comienza como consecuencia
de que dicho objeto sexual sea más fácil de conseguir que una relación sexual
adecuada, sino que es consecuencia de un trauma sexual (abusos sexuales cuando
era pequeño, etc.). Alguien que sufre abusos sexuales tendrá una visión del
sexo como algo sucio y peligroso y experimentará una gran culpabilidad sexual.
Por ello, se asegurará de no sentir ni pensar nada inadecuado sexualmente. La
víctima se esforzará por evitar los recuerdos del episodio traumático y, al
mismo tiempo, se sentirá culpable porque, aunque la experiencia en sí fuese traumática
y no deseada, en cualquier experiencia sexual se experimenta cierto placer. Al
llegar a la edad adulta, se preocupará por la posibilidad de sentir placer en
situaciones como las que él sufrió e intentará evitar pensar que él también
podría sentir placer abusando de alguien como hicieron con él. Debido a la
paradoja que se produce en la evitación de pensamientos, esto se convertirá en una
auténtica obsesión que no cesará (al menos a corto plazo) hasta que se rinda a
ella y lleve a cabo la conducta que temía que fuera capaz de cometer (principalmente
de manera compulsiva o impulsiva, aunque podría acabar integrándose en su
repertorio conductual habitual). Es por ello que muchas víctimas de abusos sexuales
acaban convirtiéndose, en el futuro, en abusadores o en obsesos sexuales. En
otros casos, la experiencia del abuso es tan traumática para la persona que la
padece, que experimenta una auténtica aversión al sexo. Parece ser que, cuando los
niños son muy pequeños y la experiencia es más dolorosa, hay más posibilidades de
que se desarrolle aversión sexual, mientras que, si los niños son algo mayores
o adolescentes, es más normal que vivan la experiencia como ambivalente (más o
menos placentera desde el punto de vista sexual, pero desagradable desde el
punto de vista psicológico y moral) y se desarrolle una sexualidad obsesiva.
Además de estos dos factores (mayor facilidad para mantener una relación
parafílica que una relación normal o experiencias sexuales traumáticas), hay
que tener en cuenta los rasgos de personalidad de los sujetos. Así, por
ejemplo, se ha mencionado anteriormente que en las zonas rurales puede ser más
fácil practicar sexo con un animal que con una mujer y no es raro que muchos
campesinos hayan tenido sus primeras experiencias sexuales con cabras, vacas o
gallinas. Pero no todos ellos van a acabar desarrollando una zoofilia. Es más, para
muchos de ellos dichas experiencias son consideradas travesuras de niños.
Algunos conocerán a una mujer con la que se casarán y formarán una familia y
recordarán dichos episodios como meras anécdotas. Entonces, ¿por qué algunas
personas se obsesionan con dichas experiencias y no lo superan en su vida? La
respuesta estaría en la educación que han recibido de pequeños y en la
personalidad que se ha ido forjando desde su primera infancia. Los individuos inseguros,
con baja autoestima y preocupadizos darán mucha importancia a dichas experiencias
y se sentirán muy culpables. Si, además, tienen creencias religiosas, se
sentirán aún más culpables por sus “pecados”.
Retomando el tema de la responsabilidad y culpabilidad excesiva como
factor precipitante de los trastornos expuestos en este artículo, hay que mencionar
que el individuo inseguro y aprensivo no solo se sentirá culpable cuando ya ha
llevado la conducta inadecuada a cabo, sino mucho antes cuando empieza a barajar
la posibilidad de hacerlo. Durante la adolescencia, los jóvenes barajan muchas
posibilidades para experimentar con su sexualidad y suelen desechar aquellas de
las que se pudiesen arrepentir en el futuro. Lo que ocurre con los individuos
inseguros es que, aunque en un principio también rechazan la idea, se sienten
tan culpables como si la hubiesen llevado a cabo. responsabilizan de sus pensamientos
inmorales, intentan evitarlos (con el consiguiente aumento paradójico de los
mismos) y se obsesionan con ellos. Se sienten tan mal como si hubiesen llevado
a cabo realmente la conducta, así que, finalmente, se rinden y caen en la
tentación para liberar la tensión (sexual y psicológica). Tras la liberación de
tensión a corto plazo, se sienten aún más culpables de lo que ya lo estaban al
principio y el círculo vicioso vuelve a reanudarse. Este patrón de personalidad
neurótico (excesivamente responsable y temeroso) aparece en la mayoría de las
parafilias. Aunque en las parafilias más graves desde el punto de vista social,
como una pedofilia que haya desembocado en pederastia o el sadismo sexual extremo,
los sujetos pueden mostrar personalidades psicópatas o antisociales,
primeramente, durante la génesis inicial de su trastorno, estos sujetos mostrarían
el mismo patrón neurótico de evitación descrito a lo largo de este artículo. Lo
que ocurriría en estos casos es que, debido a la tensión psicológica cronificada,
el sujeto sufriría un desgaste emocional total y podría acabar perdiendo la
propia capacidad para empatizar, convirtiéndose en un auténtico psicópata. En
este sentido, la personalidad antisocial podría ser una consecuencia de la
sexualidad parafílica más que causa de esta. Para visualizar mejor estos
fenómenos, expondremos el siguiente esquema representativo de las conductas
parafílicas:
Antecedente Respuesta
1
|
Aproximación al objeto parafílico debido a que es
más asequible que el objeto sexual normalizado o como consecuencia de algún
trauma sexual en la infancia
R. cognitiva: tengo que intentar no pensar en esto
(evitación), aunque si no se entera nadie, tampoco es tan grave
(ambivalencia), soy un pervertido por pensar así (culpa), seguro que acabo
cayendo en la tentación (miedo)
R. fisiológica: ansiedad, tensión
R. conductual: se mantiene Agitado
|
Consecuente Respuesta
2
|
El sujeto ha eliminado tensión (reforzamiento
negativo) pero ha lleva do a cabo la conducta que pretendía evitar
R. cognitiva: no soporto la tensión, me rindo a mis
pensamiento
R. conductual: se masturba pensando en el objeto parafílico o
lleva directamente a cabo la acción parafílica
R. fisiológica: disminución de la tensión acumulada
|
La génesis de la homosexualidad egodístónica según
el Modelo de los Mecanismos Tensionales
La homosexualidad hace referencia a la orientación sexual hacia personas
del mismo sexo. Hace ya bastante tiempo que la homosexualidad dejó de considerarse
un trastorno, pero, a pesar de ello, este tipo de conducta sexual sigue
provocando, en algunos casos, malestar psicológico. Es lo que se conoce como homosexualidad
egodistónica. Hoy en día no están demasiado claras las causas de la orientación
homosexual, aunque se estima que se da en el 3 % de la población total.
Tradicionalmente, se han diferenciado dos tipos de explicaciones a este
fenómeno. La primera de ellas es la de los autores que consideran la
homosexualidad como el resultado de experiencias sexuales tempranas, incorrecta
identificación con los roles propios de su sexo, falta de identificación con el
progenitor y complejo de inferioridad con respecto a los otros individuos de su
sexo. La otra explicación es la de los investigadores que consideran la
homosexualidad como una alteración biológica (déficit hormonal, anomalías
genético-neurológicas, etc.). Tanto la hipótesis psicológica como la biológica se
quedan, por sí solas, cortas para explicar la complejidad de la orientación
homosexual. La homosexualidad es un fenómeno bastante heterogéneo y probablemente
no haya una causa única que explique este tipo de orientación sexual, sino que hay
multitud de variables que influyen. Si se revisan los experimentos e
investigaciones llevadas a cabo sobre el tema, es fácil percatarse de que la
mayoría de datos son contradictorios y no son suficientes para ofrecer una
explicación completa de la homosexualidad. Así, Kallman (1952a, 1952b) llevó a
cabo una investigación con gemelos varones, encontrando una concordancia del
100%. Es decir, todos los hermanos gemelos de los homosexuales eran también
homosexuales. Parecía que la homosexualidad se debía, en efecto, a factores genéticos,
pero pronto aparecieron las críticas a estos resultados, principalmente el
pequeño tamaño de la muestra empleada (44 gemelos monozigóticos) y el hecho de
que fuesen gemelos criados en el mismo ambiente familiar. De hecho,
investigaciones posteriores empleando gemelos criados en ambientes diferentes,
como los experimentos de Bailey y Pillard (1991) o Hu, Magnuson y Pattatucci (1993)
han ofrecido unos resultados bastante distintos. La probabilidad de que el
hermano gemelo de un homosexual sea también homosexual es del 57% para gemelos monozigóticos
y del 24% para gemelos dizigóticos. Según esto, los genes parecen tener un
papel importante en la orientación homosexual, pero no se puede hablar, ni
mucho menos, de determinismo genético. Además, el peso de los genes puede ser aún
menor ya que, si bien supuestamente en estos últimos estudios se emplearon
gemelos criados por separado, no se sabe con exactitud a qué edad fueron
separados. Basta con que vivieran juntos hasta los cinco o seis años para echar
por tierra los resultados de estas investigaciones ya que, a esa edad, los juegos
sexuales entre niños son frecuentes y entre hermanos, aún más. Estos gemelos
podrían haber quedado marcados por experiencias sexuales tempranas entre ambos.
Siguiendo con la línea de investigación genética,se ha observado que las
personas homosexuales tienen parientes homosexuales en la línea materna de la
familia. Hamer, Hu, Magnuson y Pattatucci (1993) llevaron a cabo un estudio que
puso de manifiesto que existe una región del cromosoma X (región Xq 28) que
contiene cinco marcadores moleculares presentes en 33 de 40 pares de hermanos
homosexuales estudiados. De todas formas, no se sabe qué proteínas codifican los
genes encontrados en estas investigaciones ni cuál es su función. Podrían estar
relacionados con la producción de hormonas o con la recepción de estas. Se sabe
que las hormonas masculinas tienen un papel fundamental en la masculinización
del cuerpo y del cerebro (a partir de experimentos de exposición a hormonas
masculinas en ratas). Durante el desarrollo embrionario, la testosterona se convierte,
por acción de la enzima 5 α- reductasa, en dihidrotestosterona que masculiniza los genitales del
embrión, dando lugar al pene, y por la acción de la enzima aromatasa se
transforma en estradiol y se une a los receptores de estrógenos del cerebro (la
testosterona tiene que convertirse en estradiol, una hormona femenina, para
masculinizar el cerebro). A parte de los estudios genéticos y de los
hormonales, se ha llevado a cabo un tercer grupo de estudios, denominados
neuroanatómicos, con resultados
bastante curiosos. Le Vay (1991) comparó el hipotálamo de 19 hombres
homosexuales, 16 hombres heterosexuales y seis mujeres de orientación sexual
desconocida. Se observó que el tercernúcleo intersticial del hipotálamo
anterior o NIHA- 3 tenía un tamaño similar en homosexuales y mujeres y era el
doble de grande en heterosexuales. Para algunos, esto era una prueba
convincente de que la homosexualidad era innata y debida a factores biológicos.
Pero esto no es así, ya que el NIHA-3 es solo una parte del sistema que
controla la conducta sexual humana y, además, pronto surgieron las críticas a
este estudio. En concreto, el pequeño tamaño de la muestra (19 homosexuales, 16
heterosexuales y seis mujeres), el hecho de que la orientación sexual de las
mujeres fuese desconocida y, por último y la más importante, el hecho de que
los varones homosexuales estudiados fueran enfermos de sida. Se sabe que en los
estados avanzados de la enfermedad de sida, se produce disminución considerable
de los niveles de andrógenos. De todas formas, las diferencias observadas en el
NIHA-3 podrían deberse a las experiencias sexuales llevadas a cabo a lo largo
de la vida del individuo, en vez de deberse a factores genéticos. Se ha
demostrado que las experiencias psicológicas de aprendizaje producen cambios en
nuestro sistema nervioso tales como aumento del tamaño del soma de neuronas,
aumento del número de espinas dendríticas, aumento del tamaño de las sinapsis y
aparición de sinapsis nuevas (Rosenzweig & Bennet, 1996). En definitiva,
los cambios encontrados en el NIHA-3 podrían ser una consecuencia de la homosexualidad
en vez de su causa. Se puede aceptar que los genes tengan algún papel en la
orientación homosexual, en forma de déficits hormonales o alteraciones en los
circuitos neuronales, pero no se puede asegurar que haya un determinismo
genético. Los factores genéticos influyen en cualquier expresión de la conducta
humana (ansiedad, depresión, personalidad, etc.) y, por supuesto, también en la
homosexualidad, pero no se puede hablar de una causa biológica. Se estima que
alrededor del 69% de los homosexuales mantuvieron sus primeras experiencias sexuales
en la infancia con personas de su mismo sexo y, a partir de ahí, desarrollaron
su orientación homosexual. Por lo tanto, las experiencias homosexuales tempranas
pueden ser un origen de la orientación homosexual, pero hay otras personas homosexuales,
alrededor del 31%, que se sintieron atraídas por personas de su mismo sexo
antes de mantener cualquier relación homosexual. Algunos esperaron hasta tres
años, desde que comenzaron a sentir atracción por personas de su mismo sexo, hasta
que mantuvieron su primera relación homosexual. Durante los años 2005 y 2006,
el registro de los testimonios de personas homosexuales (que no aceptaban
completamente su orientación sexual), que eran usuarias del Teléfono de la
Esperanza de Málaga, podría arrojar algo de luz a cerca de las variables
psicológicas que influyen en la génesis de la orientación sexual previa a las
conductas homosexuales. Se analizó la historia de 27 sujetos (20 hombres y 7
mujeres) que habían mantenido conductas homosexuales y se sentían culpables por
ello (homosexualidad egodistónica). Aunque los 27 sujetos analizados
presentaban historias personales muy diversas, la mayoría, al igual que los
sujetos parafílicos mencionados anteriormente, tenían aspectos comunes tales
como problemas de autoestima (25 de los 27 sujetos), complejos de inferioridad
con respecto a otros individuos de su propio sexo durante la infancia o
adolescencia (24 de los 27 sujetos), dificultades para relacionarse con pares
de iguales tanto en el colegio como en otros ámbitos (20 de los 27 sujetos),
experiencias homosexuales tempranas (17 de los 27 sujetos), experiencias
heterosexuales traumáticas (12 de los 27 sujetos) y escasa identificación con
el progenitor de su propio sexo (17 de los 27 sujetos). Además, la totalidad de
los sujetos mencionaban experimentar culpa o tensión psicológica acompañada de
una activación fisiológica desagradable antes de aceptar sus fantasías
homosexuales o, en la mayoría de los casos, llevar realmente a cabo las
conductas homosexuales, momento en el que sentían placer. Cualquier hombre sabe
diferenciar la belleza de otros hombres (aunque no todos sean capaces de
reconocerlo) y lo mismo ocurre con las mujeres. En las personas heterosexuales,
la belleza o el atractivo de alguien de su propio sexo les puede producir
admiración o envidia, pero para un adolescente inseguro esta capacidad para
reconocer el atractivo de las personas de su propio sexo le producirá una gran
angustia, ya que la valora como el indicio de una supuesta homosexualidad.
Debido a la gran erotización del organismo a esas edades (favorecida por el
despertar hormonal), los individuos pueden vivenciar esa angustia, activación o
agitación psicosexual como excitación sexual y, puesto que la aceptación de
dichos pensamientos les resultará placentera (ya que les permite liberar toda
esa tensión), acaban asociando el placer con los sujetos de su propio sexo. Algunas
personas heterosexuales también necesitan liberar la tensión que les produce su
capacidad para reconocer la belleza en los individuos de su sexo. Por ejemplo,
las mujeres no paran de repetirse unas a otras lo guapas que están y algunas chicas
jóvenes, cuando toman unas copas de más, suelen bailar más juntas de lo normal
o con movimientos exageradamente provocadores entre ellas mismas. Algunos
hombres, cuando beben, son aún más exagerados y bromean con sus amigos como si
“se metieran mano” o simulan directamente ser homosexuales. El alcohol es un
desinhibidor y los hombres lo aprovechan para descargar las tensiones producidas
por la presión social de tener que mostrarse siempre masculinos. Lo mismo puede
ocurrir en carnavales cuando muchos aprovechan para disfrazarse
de mujeres. En el caso de los travestis, su inseguridad masculina hace
que esta relajación (al vestirse como mujeres y actuar como tales) sea tan placentera
que les resulta mucho más fácil vivir como mujeres. Hay casos en los que su identificación
con el sexo contrario es tal, que deciden operarse y se convierten en
transexuales. En este punto, sería interesante analizar porqué no todos los
homosexuales acaban siendo transexuales. Quizás, cuando la sensibilización homosexual
y las dudas con respecto a la orientación sexual tienen lugar en la infancia,
habría más posibilidades de que se acabe desarrollando transexualidad, mientras
que si empieza en la adolescencia (cuando la identidad de género está ya casi constituida), es más probable que la homosexualidad no vaya
acompañada de transexualidad. En este último supuesto, el sujeto se adaptaría a
la homosexualidad sin cambiar su identidad de género y es frecuente que intente
vencer su inseguridad masculina exagerando sus rasgos propiamente masculinos
(dejándose perilla, fortaleciendo su musculatura en el gimnasio, etc.). A la
hora de valorar si se desarrollará transexualidad en un individuo homosexual o
no, habría que tener en cuenta, además de la edad de sensibilización, las
presiones sociales y familiares a las que se ve sometido el individuo. En un
entorno comprensivo y tolerante, el sujeto podría adaptarse a su homosexualidad
sin tener que cambiar por ello su identidad, mientras que en un entorno demasiado
represivo e intolerante, el sujeto podría verse abocado a cambiar su identidad
de género para que el entorno (y él mismo) acepte mejor su orientación homosexual.
Por último, si antes de las dudas sobre su sexualidad el sujeto ya ha
experimentado cierta atracción por personas del sexo contrario, e incluso ha
mantenido alguna relación heterosexual satisfactoria, lo más probable sería
que, cuando el sujeto experimente posteriormente atracción homosexual, acabe
desarrollando una orientación bisexual. Parte de la población tiene la
concepción de que, si la homosexualidad es innata o tiene un origen biológico,
debería ser aceptada, mientras que, si es adquirida o aprendida, debería ser
modificada. Este planteamiento es completamente erróneo, ya que en la
orientación homosexual interaccionan por igual los factores biológicos,
psicológicos o de personalidad y las experiencias de aprendizaje. Como se ha
ido viendo a lo largo de este artículo, hay experiencias psicológicas y de
aprendizaje que pueden ser más determinantes aún que la propia herencia
genética y que desembocan en patrones de comportamiento extremadamente difíciles (incluso imposibles) de
modificar posteriormente. Por lo tanto, distinguir entre una homosexualidad biológica
o innata y una homosexualidad psicológica o adquirida es absurdo, sería como
considerar a homosexuales con “pedigree” y a pseudohomosexuales u homosexuales
secundarios. Como se puede observar, el patrón que sigue el desarrollo de la
homosexualidad egodistónica sería muy similar al de los casos de parafilia
analizados anteriormente. Desde un punto de vista funcional, ambos fenómenos
podrían compartir factores predisponentes, precipitantes y de mantenimiento. Estas
semejanzas entre la homosexualidad egodistónica y las parafilias se pueden
visualizar mejor mediante este breve esquema funcional de los episodios de
conductas homosexuales durante los estadios iniciales del desarrollo de la
homosexualidad:
Antecedente Respuesta 1
|
Sensibilización erótica con individuos de su propio
sexo debido a
Experiencias sexuales tempranas o a complejos de
inferioridad con respecto a ellos.
R. cognitiva: tengo que intentar no pensar que me atraen
personas de mi propio sexo (evitación), pero si me preocupo es porque en el
fondo me gusta (culpa), tal vez no sea tan malo (ambivalencia), me convertiré
en homosexual(miedo)
R. Fisiológica: ansiedad, tensión
|
Consecuente Respuesta 2
|
El sujeto disminuye su tensión (reforzamiento negativo),
pero ha llevado a cabo la conducta que pretendía evitar
R. cognitiva: no soporto la tensión, me rindo, aceptaré mi homosexualidad
R. conductual: se mansturba con fantasías homosexuales o
mantiene una relación homosexual
R. fisiológica: disminución de la tensión acumulada
|
Conclusiones
A falta de más validación empírica que respalde el Modelo de los
Mecanismos Tensionales expuesto en este artículo, los fenómenos a los que hace
referencia son dignos de tener en cuenta. La plasticidad cognitiva y/o
comportamental del ser humano estaría en la base de los fenómenos descritos, ya
que todas las personas tienen la posibilidad de experimentar placer sexual
mediante muchos procedimientos distintos. Realmente, la inteligencia humana
permite a los sujetos descubrir muchas posibilidades sexuales. La mayoría de
las personas consideran repugnantes determinadas prácticas sexuales, pero está
claro que estas les podrían proporcionar placer sexual, por lo menos a nivel
físico. La mayoría experimentaría placer sexual con dichas prácticas, pero nunca
las llevarían a cabo por el malestar psicológico que les producirían. La gente
se pregunta cómo es posible que haya personas que sean capaces de llevar a cabo
algunas prácticas sexuales aberrantes, como por ejemplo agredir sexualmente a
niños, sin experimentar posteriormente remordimientos ni arrepentimiento por
sus actos. Según lo visto a lo largo del artículo, la respuesta es que estos
sujetos llevan a cabo estas conductas porque ya se sentían terriblemente mal
antes de realizarlas (debido a la tensión acumulada por los esfuerzos
evitativos hacia el contenido mental relacionado con dichas conductas). Al
final, la única forma que tienen de descargar la tensión acumulada por los
intentos de represión de estas conductas es llevándolas a cabo. La sensación
placentera que experimenta mucha gente al saltarse determinadas normas, lo que
se conoce como “morbo”, estaría relacionada con estos procesos. En este
sentido, una parafilia no sería más que la expresión de un “morbo exacerbado”. Otra
conclusión que podríamos extraer de todo lo señalado anteriormente es el hecho
de que las conductas parafílicas podrían ser etiológicamente similares a las
compulsiones de un TOC. Aunque los principales sistemas de clasificación
(DSM-IVy CIE-10) consideran las obsesiones y compulsiones del TOC como
egodistónicas y las fantasías y conductas sexuales de las parafilias como
placenteras, probablemente esta distinción no esté tan clara. Las fantasías o
conductas parafílicas llegan a ser placenteras para el sujeto porque antes ha experimentado
una tensión (que se manifiesta en forma de malestar psicológico o angustia
moral) relacionada con dichos estímulos parafílicos y al aceptar en su mente
ese contenido sexual en forma de fantasías (o al llevar a cabo conductas
parafílicas reales) experimenta la liberación de dicha tensión (reforzamiento
negativo). Es decir, no es que el contenido de la fantasía sea placentero en sí
mismo, sino que resulta placentero al ser aceptado por el sujeto (descarga de
tensión). Desde el punto de vista terapéutico, considerando que el sufrimiento
de los sujetos que padecen parafilias u homosexualidad egodistónica viene
ocasionado por los esfuerzos por controlar y reprimir mentalmente determinados
contenidos sexuales, habría que tener en cuenta que una terapia cognitiva
centrada en la detección y detención de los pensamientos negativos no será
eficaz. Si no hay una profunda reestructuración cognitiva detrás, la detección
y detención de pensamientos, por sí solos, no servirán de nada (e incluso
podrían empeorar la situación), ya que intentar detectar y detener sus
pensamientos es justo lo que hacen los sujetos y es ahí donde está la raíz del
problema. Dos vías de tratamiento alternativas serían las siguientes:
1ª) La intervención encaminada a la plena aceptación del contenido
sexual reprimido. Esta intervención solo sería posible en algunos casos de homosexualidad
egodistónica, en los que el paciente haya tomado la determinación de aceptar la
tendencia homosexual o bisexual, descartando la orientación exclusivamente
heterosexual. Por ello, previamente, se debe explorar, junto al paciente, si existe
ambivalencia y hacia qué tendencia quiere ir (homosexual, bisexual o
heterosexual). En las parafilias este tipo de intervención es inviable, ya que
supondría consecuencias perjudiciales para el sujeto y la propia sociedad. De
hecho, los delincuentes sexuales (violadores, pederastas, fetichistas ladrones
de lencería, exhibicionistas, etc.) lo que hacen con sus actos es aceptar sus
fantasías sexuales y llevarlas a cabo para descargar la tensión acumulada
mientras intentaban reprimir tales conductas.
2ª) La intervención encaminada a la rotura de los círculos viciosos en
los que se hayan inmersos los sujetos. Esta intervención también implicaría la
aceptación de los contenidos evitados, pero sin integrarlos en la personalidad
del sujeto. Es decir, el sujeto debe comprender que sus intentos por expulsar
de su mente los contenidos evitados producen, paradójicamente, un aumento de la
intensidad de estos. La terapia de aceptación y compromiso (no la expondremos
aquí por cuestiones de espacio) podría ser eficaz para conseguir estos
objetivos (Hayes, Strosahl & Wilson, 1999). Este tipo de intervenciones se
llevarían a cabo con sujetos que padecen parafilias en sus estadios iniciales u
homosexualidad egodistónica (en aquellos casos en los que el rechazo hacia la
orientación homosexual es tan intenso que se hace imposible una intervención
encaminada a la plena aceptación de esta identidad sexual). Es importante que
las parafilias se traten en sus estadios iniciales, porque es más fácil
intervenir sobre procesos mentales que sobre conductas reales. Además, una vez
que el problema ya se ha instaurado de forma consistente, la intervención se
haría más complicada debido a los aspectos sociales y morales que estas
patologías implican. La sociedad acepta a los drogadictos, alcohólicos y
ludópatas rehabilitados y admira su fuerza de voluntad y coraje para vencer sus
adicciones pero, en cambio, es más difícil aceptar a un pederasta rehabilitado.
Además, a nivel individual es complicado que una persona solicite ayuda
psicológica por estas cuestiones, debido a los aspectos morales que ellas
implican. Por otro lado, en aquellos casos en los que sí se solicita ayuda,
esta puede tener en ocasiones un efecto iatrogénico (el hecho de que el
paciente necesite acudir a terapia le confirma que es “raro” o “pervertido”). Otro
aspecto que dificulta la intervención con los pacientes que sufren parafilias u
homosexualidad egodistónica, y que habría que tener en cuenta, es el referente
al hecho de que estos sujetos suelen perder la capacidad para disfrutar con las
relacionessexuales normalizadas. Esto se debe a que una relación sexual
adecuada no le va a permitir descargar tanta tensión como una relación
parafílica (o una relación homosexual en el caso de la homosexualidad egodistónica).
También ocurre que cuando estos individuos mantienen una relación sexual normalizada,
lo hacen con la sensación de que es su obligación, de que deben intentar
disfrutar con dichas relaciones y olvidarse de sus gustos parafílicos u
homosexuales. Para ellos una relación sexual normalizada es una prueba o examen
y nadie disfruta en los exámenes. Por este motivo, se hace fundamental que la
intervención se lleve a cabo preferiblemente antes de que los sujetos hayan mantenido
realmente las conductas sexuales inapropiadas. Para finalizar, siguiendo con
las implicaciones terapéuticas, de todo lo analizado hasta ahora se deduce la
importancia de la prevención desde la infancia de los patrones de personalidad
neurótica, ya que estos se encuentran en la base de las psicopatologías
expuestas. Mientras más insegura sea una persona, más importancia dará al hecho
de tener bajo control sus pensamientos, emociones, etc., haciendo juicios
constantes sobre la moralidad de estos y poniéndose a prueba a sí misma ante
cualquier situación o estímulo que le resulte amenazante (no solo desde el
punto de vista físico, sino también desde el punto de vista moral).
Autor RAFAEL JIMÉNEZ DÍAZ*
Universidad de Málaga, España
No hay comentarios.:
Publicar un comentario