Las dimensiones de la sexualidad
La respuesta sexual, al igual
que la sexualidad, tiene un marcado carácter propio y específico de cada
persona.
Se ha demostrado
científicamente que la respuesta sexual tiene especificidad e identidad en
función del género. Las diferencias entre la de la mujer y la del hombre se
evidencian en numerosos aspectos.
El deseo sexual sustenta
todas las fases de la actividad sexual y sin él no hay excitación. Si los
niveles de deseo son altos la respuesta sexual es más fácil y alcanza mayor
intensidad.
La motivación juega un papel
muy importante en el deseo. El acto sexual no se realiza sólo por ser una
necesidad física o de descarga orgásmica, hay otros factores motivadores esenciales
como la necesidad de unirse y conectarse, de abrazar y ser abrazado/a, de amar
y ser amado/a, el deseo de sentirse seguro/a, o incluso de sentirse dominado/a
o de realizar una conquista. También la necesidad de emociones e incluso el
riesgo pueden estar implicados en el deseo sexual.
Los pensamientos y fantasías
sexuales contribuyen en el complejo proceso del deseo sexual. Al igual que
pensar en la comida favorita puede estimular el hambre, una fantasía sexual o
la visión de imágenes seductoras pueden incrementar el deseo y la excitación.
El nivel de deseo no es fijo
ni invariable y puede aparecer cuando menos lo esperamos, aunque depende en
gran manera del estado de ánimo.
Entre ambos miembros de la
pareja sexual se produce una interacción física y psicológica recíproca; hay
una "química especial", de tal modo que la excitación sexual de cada
uno de ellos procede de sus propias sensaciones y también de cómo se percibe la
excitación del otro/a. Si nuestra pareja se excita mucho, por lo general aumenta
nuestra excitación. Si por el contrario la percibimos distante y poco excitada,
es fácil que nuestra pasión disminuya. De ese modo las parejas con "buena
química" ven incrementada la pasión y el placer.
En el hombre, durante la fase
de excitación, las erecciones pueden presentarse con mayor o menor rapidez.
Aunque existe gran variabilidad de unas personas a otras, los jóvenes suelen
tenerlas con más rapidez (sobre todo si se comparan con mayores de sesenta
años). En el transcurso del encuentro sexual, las erecciones pueden variar de
intensidad e incluso aparecer y desaparecer. Si se produce una disminución en
la intensidad de la erección o incluso su pérdida, por el motivo que sea, tal
hecho se debe asumir con tranquilidad y se debe continuar con el juego erótico:
hablarse, besarse y acariciarse. Con ello, el mecanismo reflejo de la erección
se pondrá de nuevo en marcha y reaparecerá. Con bastante frecuencia el hombre
interpreta esta variación de la intensidad eréctil como una señal de que algo
no funciona bien y esto conduce a que se produzca un trastorno sexual real.
El tamaño del pene preocupa
al hombre y también a la mujer. Es necesario saber que un pene grande en estado
flácido crece de manera proporcional menos durante la erección que un pene pequeño
en estado flácido. El tamaño del pene flácido varía de unos hombres a otros,
pero se acerca mucho durante la erección. Esta preocupación se ha incrementado
con el visionado de las películas pornográficas, en las que, además de
seleccionar hombres bien dotados, se realiza un trabajo de cámaras engañoso
para exagerar el tamaño del miembro viril.
La
estimulación del clítoris resulta excitante para muchas mujeres. No obstante,
la mayoría de los hombres, incluso los que se creen expertos amantes, está lejos
de ser habilidoso en sus caricias sobre el órgano. Entre los errores más
frecuentes de los que las mujeres se quejan se cuentan:
1 - Muchos hombres buscan el clítoris de
manera inmediata y una vez encontrado lo estimulan de manera brusca antes de
iniciar los besos, caricias y abrazos.
2 - El estímulo suele realizarse de
manera constante y la mujer prefiere que su compañero sexual después de
acariciarlo un tiempo lo deje para volver posteriormente.
3 - A muchas mujeres les molesta el
estímulo directo del clítoris, prefieren ser acariciadas en la zona por encima
o alrededor de él.
4 - Puede resultar irritante su
tocamiento con dedos secos o ásperos, debido a que en el clítoris no hay
lubricación. Para suavizar las caricias, se puede usar desde saliva a
lubricantes artificiales y, desde luego, lubricante vaginal.
La fase de meseta no siempre
se diferencia de la de excitación, de la que es una prolongación tanto en
intensidad como en tiempo. A menudo se considera como un breve momento entre la
excitación y el orgasmo.
En la mujer, durante la fase
de excitación-meseta, se produce hinchazón en el tercio externo de la vagina
(la llamada plataforma orgásmica), que se expande hacia dentro y se estrecha en
su interior acogiendo y sujetando el cuerpo del pene. Dicha plataforma
orgásmica, rica en terminaciones nerviosas sensibles, se acomoda casi a
cualquier anchura del pene y las sensaciones placenteras producidas por la
estimulación y el roce en su interior son, para muchas mujeres, muy
placenteras. Debido a este mecanismo de estrechamiento, el ancho de la erección
del pene es menos importante para la estimulación sexual de la mujer de lo que
generalmente se cree.
Al mismo tiempo, en esa misma
fase se produce una elevación del útero y los dos tercios interiores de la
vagina, más pobres que el tercio externo en terminaciones nerviosas sensibles,
se alargan. Debido al menor número de terminaciones nerviosas sensibles, las
sensaciones placenteras procedentes de esta zona vaginal son menores, lo que
representa otro argumento más en contra de que el tamaño del pene erecto sea
esencial para que la mujer alcance más placer durante el coito, como algunas
personas creen.
Durante la fase de meseta, el
clítoris parece desaparecer, lo que puede desconcertar a algunos hombres que
tratan de localizarlo de manera visual. Esto es debido a que, aunque se
agranda, el glande del clítoris no se ve al retraerse contra el pubis y en
cierta manera queda oculto por la hinchazón que experimentan los labios de la
vagina.
En la actualidad, no se
acepta como meta ideal del acto sexual que el orgasmo sea simultáneo, tal y
como se consideraba en las décadas de 1950 y 1960. Tal experiencia, cuando
sucede, puede ser gratificante para la pareja, pero no se justifica el esfuerzo
en lograrlo y menos sentirse decepcionado si no se obtiene. Que acontezcan
ambos orgasmos por separado nos da la oportunidad de disfrutar tanto del
orgasmo propio como de vivir y ser conscientes del de nuestra pareja.
La consecución del orgasmo
por separado en la pareja da la oportunidad tanto de disfrutar el propio placer
como de vivir y ser conscientes del de la pareja
En el orgasmo, el proceso
fisiológico que se produce en la mujer es similar al del hombre, con la
diferencia de que en el masculino se alcanza un punto a partir del que la
eyaculación es inevitable. Por el contrario, en la mujer, aun estando a punto
de suceder, el orgasmo se puede bloquear a causa de cualquier interrupción o
cese de la estimulación.
Muchas mujeres, cuando la
excitación es muy intensa o durante el orgasmo emiten de manera pulsátil
fluidos vaginales, en un proceso parecido a la eyaculación masculina.
Algunas mujeres tienen
capacidad para alcanzar varios orgasmos sucesivos si la estimulación continúa.
Hay situaciones en las que
uno o ambos amantes no alcanzan el orgasmo. Éste es un tema candente y de
debate. La importancia que se da al orgasmo propio en el encuentro sexual
todavía no es la misma para el hombre y la mujer. En la actualidad, parece que
la mujer, en mayor medida que el hombre, considera su propio orgasmo un
complemento a su experiencia sexual más que el objetivo de ella.
La anorgasmia no puede ser
considerada como una variante normal de la sexualidad femenina. También se da
en los hombres, sólo que cuando es el hombre quien no consigue el orgasmo lo
identifica con un problema, mientras que hay un alto número de mujeres que no
han tenido nunca un orgasmo y no se sienten preocupadas al respecto. Lubrican,
se excitan y no se consideran anormales ni privadas de algo. No obstante, cada
vez con más frecuencia las mujeres anorgásmicas o con orgasmos infrecuentes se
preocupan por este hecho y buscan la manera de solucionar el problema.
La mujer que alcanza el
orgasmo sólo ocasionalmente por diversas razones (escaso deseo, falta de destreza
y cooperación del compañero, factores circunstanciales, etc.) sólo debe de
considerarse afectada de algún problema sexual cuando su frecuencia orgásmica
es tan baja que le produce insatisfacción. En este caso, debe considerase
afectada por un trastorno sexual que se debe abordar, de manera similar a lo
que ocurre con la disfunción eréctil del hombre.
Hace dos décadas se
consideraba la impotencia en el hombre de cierta edad como normal, pero hoy se
sabe que es consecuencia de diversas enfermedades (diabetes, depresión,
trastornos psicológicos, etc.). Esto ha permitido romper con el binomio
impotencia-edad, lo que ha facilitado el descubrimiento del origen de la
disfunción eréctil y su tratamiento.
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